El mundo está permanentemente en crisis. De manera constante hay puestos de trabajo que quedan obsoletos y miles de trabajadores son despedidos. Esto ha sido así desde que se inventó la rueda. Sin embargo, también son creados nuevos puestos de trabajo de manera constante. Empleos que hoy requieren de una gran especialización y experiencia, como por ejemplo, un experto SEO/SEM, no podían ni siquiera ser imaginados hace tan sólo veinte años.

Es común que la gente, la calle, tenga miedo de los cambios laborales que han venido y que todavía vendrán. Al fin y al cabo, como humanos, estamos buscando permanentemente un poco de estabilidad, orden y raciocinio dentro de tanto caos. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por el pánico, el empleo no va a desaparecer por la sencilla razón de que las necesidades humanas no van a desaparecer, todo lo contrario, con el desarrollo económico y la riqueza tienden a aumentar.

Lo mejor que pueden hacer los trabajadores de todo tipo y condición es apostar por la formación continua y no perder nunca la cara a las innovaciones y a los nuevos mercados de trabajo que se vayan abriendo.

Si los trabajadores quieren no tener problemas en el cambiante mercado laboral deben estar en constante actualización y tratar de aportar a la empresa algo más que «la fuerza de sus brazos», porque para eso ya está las máquinas ¿no?

Por ejemplo, si hacemos una comparativa entre los errores de los trabajadores y los errores de las empresas, podríamos ver bastantes similitudes con las empresas familiares.

Se sabe por estadística que la mayoría de las empresas familiares no superan la segunda o tercera generación. Las causas de este fracaso empresarial son variadas, por supuesto, pero en todas ellas revolotean conceptos como miedo al cambio y anquilosamiento. El modelo de negocio que le funcionó al abuelo puede ser nefasto para el nieto. Del mismo modo, el nieto no puede pretender tener las mismas condiciones de estabilidad en el trabajo, por ejemplo, que tuvo su abuelo. Ni pretender llevar un sueldo a casa por hacer un trabajo que un robot puede hacer más rápido, más eficientemente y veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

En este contexto ¿qué puede hacer el trabajador? Aquellos que sientan dentro de sí el gusanillo del emprendimiento deberían ir probando a hacer sus primeros intentos empresariales. Los que no hayan sido llamados por el camino de la empresa, deben formarse todo lo que puedan.

A día de hoy existen multitud de cursos gratuitos online sobre decenas y decenas de temáticas. De manera regular se publican en diversos medios web recopilatorios de estos cursos. Algunos son gratuitos porque para obtener el título o certificado tienes que pagar, aunque el curso lo puedas hacer sin soltar un euro. Sólo hay que dedicarle cinco minutos a buscarlo en la red y luego dedicarse a ello.

Por supuesto requiere de un esfuerzo y una dedicación mínima, nadie está diciendo que sea fácil. Sin embargo, es mucho más fácil y sobre todo barato que hace no tantos años.

No debemos olvidar que cada vez más las empresas no buscan profesionales con títulos que digan que saben hacer tal o cual cosa. Buscan profesionales que sepan hacer tal o cual cosa, tengan o no el título que lo acredita. Esto es mucho más cierto incluso en las profesiones vinculadas con la formación profesional, en las que muchas veces los trabajadores no cuentan con una acreditación que diga que sabe manejar el puente grúa, arreglar determinada máquina o conducir una carretilla elevadora, por citar tres ejemplos al azar.

Y por supuesto, el trabajador ha de tratar de aportar valor al producto o servicio que realiza, haciéndose imprescindible para ese proceso. Por supuesto, el trabajador también ha de hacerse valer por parte de la empresa, exponer lo que aporta al proceso de venta y tratar de mejorar sus retribuciones, tanto puramente económicas como de otro tipo, por ejemplo, con más días libres o con más libertad de horarios.

El trabajador formado y experimentado, que se implica en el proceso productivo y sabe lo que vale, no debe tener miedo a exigir que se le retribuya en base a ese valor. Si, llegado el momento, la empresa no se compromete igual que el trabajador, este no debe tener miedo a buscar una empresa mejor. Con el mercado de trabajo tan anquilosado y rígido que tenemos en España puede que las ofertas tarden algo en llegar, pero, por regla general, estas llegan, con lo que el trabajador puede buscar nuevas empresas que sí sepan valorar su formación, experiencia e implicación en el trabajo.